Gorro de ganchillo

Todos hemos ido a lo largo de nuestra vida (pretérita) a alguna boda. Y seguramente no nos acordamos muy bien ni de los novios, comidas, invitados, tías mayores que eran jóvenes y besos forzosos a abuelitas desconocidas. De eso no nos acordamos muy bien. Y el motivo es que todo nuestro intelecto estaba absorbido por el punzante, amargo, descorazonador, dramático, pavoroso gorro de ganchillo.

La organización de las células

Con el paso de los milenios, los humanos hemos sabido (mal) organizarnos. Siempre he tenido la certeza, ya que es una gran certeza, que los humanos somos muy pequeños. Somos células que habitan en el interior de un órgano de un ser muy superior. Y siempre he tenido mi certeza de que las galaxías son parte de un órgano de un ser aún más superior que la unión de todas las galaxias juntas. Ni ese mismo ser superior sabe que existe vida dentro de esa pequeña parte de su órgano. Pues, sí. Tenemos vida, y nos hemos (mal) organizado. Tenemos idiomas, fabricamos vehículos, intercambiamos dinero, repartimos amor y a veces odio, y un largo etcétera... Todo, ajeno a la voluntad de ese ser superior que solamente nota un leve cosquilleo en un órgano interno.
Llevo días pensando que en nuestro cuerpo las células se están organizando. Tienen vida propia e independiente. Y están a un paso de conseguir pactar algún tipo de trueque o asociación. Y meditando construir vehículos para moverse mejor entre los diferentes órganos. Y crear su idioma, o varios de ellos. Definitivamente las células se están organizando. No puedo explicarlo mejor, ya que mis células están quebrando mi capacidad de contarlo...

El hacha

El hacha pesa
El hacha es dura
El hacha es femenina
La hacha: mal


El Pasaje...

Y el árbol le dijo que para atravesar el Pasaje Prohibido tendría que escuchar cosas. Y que siguiera adelante, pero bajo ningún concepto hiciera caso al árbol que le decía cosas para atravesar el Pasaje Prohibido.

En la Luna

Está en la Luna,
vive en la Luna,
viene un rato
y se va
a la Luna.
Le molesta cuando
lo llaman
Lunático,
ya que eso es
una ofensa para
los habitantes de la
Luna...


El maniquí de plástico

Fue de carne y ahora es de plástico. Y te mira al pasar. Y tú, te irás; pero el maniquí de plástico seguirá mirándote, igual que lo ha hecho en los dos últimos siglos. No completos, pero siglos, al fín y al cabo.

La celebración

A Jean Marc se le ocurrió celebrarlo siendo masajista. En el más puro desconocimiento de las razones que le llevaron a hacerlo, estaba el hecho de que no sabía ni el motivo, ni las circunstancias y por supuesto tampoco las consecuencias. Y como estaba a ello, quiso dar el mejor masaje y más largo que jamás ningún ser humano había dado. Y lo hizo. Y la persona elegida al azar para disfrutarlo-sufrirlo no puso ningún reparo a estar bajo el manto protector de sus manos y cuerpo durante treinta días y treinta noches... Y Jean Marc seguía; ya que desde abajo no se escuchaba ya el hilo de lamento que durante los tres últimos días emitía el voluntario forzoso. La sala de espera estaba vacía, pero por suerte quedó el fotógrafo que inmortalizó la celebración...

Vampiro de noche, muerto de día...

Y se pasaba las noches de cuello en cuello sin ni siquiera limpiarse los dientes. Siempre seleccionando entre sus víctimas a jóvenes mujeres que nunca oponían la menor resistencia a sus afiladas uñas y sus brillantes colmillos.

Fecha de caducidad

No me gusta llevar la contraria a las fechas de caducidad. Cierto es que si miro para otro lado, no se ven bien esos gusanos hermosos que devoran la carne putrefacta. No es menos cierto que el exceso de conservantes y estabilizantes hacen que ese aroma no deseado se vea felizmente camuflado. Pero yo, con mi dinero, hago lo que quiero. Y aún a pesar de que me ofrezcan un 70 % de descuento en esos gusanos con carne, no me los llevaré a mi casa. Y si insistes en llevarlos, los pondré en la nevera, para ver si se enfrían un poco...

El bosque animado

Nunca creí en los bosques animados. Tampoco en los lobos, ni en los cuentos y mucho menos en las Caperucitas caminando solas por bosques animados. Pero, ayer por la noche, fui testigo de que todo es verdad y no está en nuestra imaginación. Existen los bosques animados. Yo estaba en él. Pude ver al lobo, al miedo, al silencio, al acecho de la noche que con su manto gris oscuro, casi negro, envolvía la caperuza roja. Y ella, paralizada, pero venciendo al miedo, tomó las riendas...

Más o menos letras...

Imágenes dichas con palabras. Un nuevo punto de salida imaginario para llegar a una meta confusa...